Un pequeño pensamiento telefónico antes de quedarme dormida, para ustedes:
Mis hijos, mis vidas, súbanse las bolas al hombro y aprendan a lidiar con sus vainas. Y, más importante, aprendan a pedir ayuda, a cuándo pedirla, a aceptar que necesitan pedirla.
No se dejen joder por el orgullo, básicamente.
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