jueves, 31 de diciembre de 2015

Dos por mil más diez más seis

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    Se acaba el año y yo estoy acá básicamente postrada en cama gracias al resfriado común y solamente con la fuerza suficiente para sentarme a la PC para editar esta entrada e internar que se vea meramente presentable.

   Como no tengo un conjunto nuevo para estrenar, no me queda de otra que hacer una de las tanta opciones clichés que me quedan: una entrada sobre resoluciones y metas para el año que viene en unos pocos minutos.

   Es mentira que yo voy a prometer algo porque sé que no lo voy a cumplir (llevo negando una dieta desde el 2012) así que prefiero dejar que las cosas vengan como quieran venir y ya, realmente no es más que otro día cualquiera que trae como único cambio relevante el tener que poner un 6 donde este año hubo un 5 y el pasado un 4 (y así, así).

   Eso sí, por primera vez en toda mi vida haré algo que nunca había hecho: intentarlo. Porque luego de los fiascos que fueron el 2014 y el 2015 algo hay que inventar para que lo que sea que venga no de tanta repulsión. Se viene mi defensa de tesis, un trabajo y mi graduación y de una u otra manera tengo salir triunfante de esa triada maligna que me indica que llegó el momento de ser una persona funcional para la sociedad contemporánea. El horror, el terror y la vergoña total es.

   No sé qué te vendrá a ti pero también espero que sean cosas tan buenas como a mí.

   Tienen menos de cinco minutos de 2015, aprovéchenlos como no aprovecharon los anteriores 365 días.
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miércoles, 30 de diciembre de 2015

Cállate

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   Cállate.

   Cállate.

   Que me desesperas.

   Antes de comenzar propiamente la entrada, quiero mencionar que he llegado a ese momento de la vida donde se cita seriamente al Chavo del Ocho. Definitivamente estoy viviendo El Sueño de cualquier veinteañero mantenido.

Wuju.

   Yendo al grano, no es más que un consejo. Acotarlo es importante, pues es el tema de hoy: consejos (indeseados, como éste).

   Mantengámoslo corto: Si no te piden un consejo, no lo des.

   Volvámoslo largo, porque no sigo mis consejos: Si no te piden un consejo, no lo des a menos que estés dispuesto a lidiar con la respuesta que obtengas.

   Sigue siendo lo suficientemente claro y conciso como para que no haga falta mayor explicación. Nadie le ha dado derecho a nadie ni nadie ha vivido la vida de nadie como para andar haciendo mandados a diestra y siniestra en cuanto a cosas sobre las cuales realmente puede llegar a saber absolutamente nada.

   Nadie es tremendo loquillo, ciertamente.

   Hay gente que necesita consejos, sí, pero mientras esa gente no esté dispuesta a oírlos no son más que un cúmulo de oídos sordos donde uno va, con la mejor intención incluso, a gasta saliva y esfuerzo para que más temprano que tarde tal gentuza salga diciendo que debió haber escuchado antes.

   Pero el hubiera tampoco existe y nosotros, como parte de la gente, tenemos que lidiar con eso además de con el resto de la gente lidiando a su vez con lo suyo.

   Cada quien verá.
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Ha pasado más o menos un año, tal vez dos pues el presente va a terminar, y ahora que estoy al borde de defender una tesis y, además, trabajando, me veo en necesidad de un espacio donde desahogarme tanto pública como no-tan-anónimamente. Valga la ironía (como a la vez no, pues no lo es).

Las tres o cuatro personas que han visitado el blog previamente recordarán que se llamaba Urinales Explosivos, una frase que creé en mis años de pseudo-hipster petulante y prepotente para sonar más profunda de lo que realmente era y soy (y seré, vamos). Sobre tal frase recae cierta cantidad de cariño, por lo cual seguirá presente de una manera u otra conmigo acá, pero el blog necesita otro nombre así como yo necesito una actitud diferente para afrontar las cosas que se me vienen encima.

Columpios Clandestinos suena incluso más pretencioso así que servirá por ahora, el único defecto es que no tiene una genial y engorrosa explicación detrás de su significado como Urinales Explosivos (pequeñas bendiciones cotidianas).
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