Tuve ganas de escribir dos entradas en una misma mañana, ganas producto de una conversación que tuve con un amigo entre ayer y hoy, la noche que dio paso a la madrugada.
Estábamos hablando de, lo confieso, series de anime pero entre recomendaciones mutuas, críticas y una que otra grabación mía cantando el Hare Hare Yukai de memoria (después de tantos años, no se olvida, no se va, no se olvida, no se va), llegamos al tema de lo mucho que nuestros gustos cambiaron con el pasar de los años y a preguntarnos en qué otras cosas habíamos crecido, si siquiera habíamos crecido en lo absoluto y si realmente existe una manera exclusiva de crecer.
¿Qué es crecer? ¿Es madurar?
Sé que le dije a mi amigo, porque todavía tengo la nota de audio para sustentarlo, que yo no era fruta para estar madurando. Luego de reírme por lo que parecieron horas de mi muy, pero muy creativo chiste, continué mi seria charla. Ambos hemos ya defendido nuestras tesis y yo ya estoy trabajando como he mencionado en entradas anteriores; ésas son cosas que hace dos años ninguno podría haber logrado pero aquí estamos.
Hace dos, hace tres, hace diez... Toda mi vida, básicamente, he tenido una autoestima extremadamente baja y en cada oportunidad ponía a los demás no por delante, sino por encima de mí. Yo no valía, mis amigos eran mis amigos para hacerme un favor o por pena, la gente me habla porque necesita algo de mí, esos y más eran pensamientos recurrentes. Tenía sentido y tenía razón. Era mi lógica de vida. En especial porque había pruebas, porque yo sí me había encontrado con gente que me habló por pena, sí porque necesitaron algo y, más importante, con gente que me dijo que no valgo ni con cupones de descuento.
Mirando atrás, ése último es un insulto bien original que merecía ser acompañado de un chasquido de los dedos.
Pero así como tuve encontronazos con esa gente la mayoría de mi vida, al entrar a la Universidad me di de lleno con todo lo contrario. Sí, existe gente que vivió por y para denigrarme, por y para verme en el suelo. Y existe gente que hizo hasta lo imposible por ayudarme y enseñarme a levantar en mi propio par de pies. Gente que quiere estar conmigo porque yo soy yo y nadie más, porque me aprecian y mi existencia, para ellos, vale.
Lastimosamente, yo sigo creyendo que valgo poco.
Pero lo que valgo, lo valgo.
Si me van a llamar mierda, entonces mi objetivo en la vida no será ser una mierda, sino LA mierda de todas las mierdas.
Y a esta mierda no la va a aplastar ningún zapato.
Así que sí, creo que he crecido.
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