A Tesea le quedaban pocos momentos antes de volverse
espuma de mar y perderse para siempre en las olas.
Nadó hasta la superficie con las fuerzas que le quedaban para dejar a su cuerpo ser guiado por las corrientes y mirar al cielo al cual contables veces le había prestado atención. Nunca le había hecho falta, los océanos por los cuales había nadado y bailado hasta que su cola no diese para más eran las únicas galaxias que le hicieron falta recorrer.
Nadó hasta la superficie con las fuerzas que le quedaban para dejar a su cuerpo ser guiado por las corrientes y mirar al cielo al cual contables veces le había prestado atención. Nunca le había hecho falta, los océanos por los cuales había nadado y bailado hasta que su cola no diese para más eran las únicas galaxias que le hicieron falta recorrer.
Pero ahora, en sus últimos alientos, el
interés se despertó impulsado por la imposibilidad y la improbabilidad. Si
antes pensar en salir de las aguas había sido soberana ridiculez, en ese
momento se volvió irrealizable. Una cola tan hermosa y un mundo tan vasto
venían con sus límites.
Se preguntó cómo se verían las
brillantes estrellas reflejadas en sus oscuros ojos, si podrían bañarla con su
luz como a cualquier otro caminante de la superficie y si su vida habría sido
diferente al estar bajo su nocturno cobijo en lugar de haber retozado entre
algas y corales de colores absurdos e increíbles. No se arrepentía de su vida
pero tampoco podía evitar preguntarse cuando era lo único que le quedaba por
hacer.
Su cabello, siempre húmedo y fluyendo
al ritmo de su cuerpo, disparaba en todas direcciones y se movía con el vaivén
de las olas para hacerle cosquillas sobre su piel. Quería reír, tenía ganas de,
pero las perladas lágrimas ya estaban rodando por sus mejillas antes de que se
diese cuenta. Sus lágrimas serían lo que dejaría su memoria, ¿llegarían al
fondo o una ostra las guardaría? ¿Podrían sus perlas brillar más que las
estrellas?
Respiró honda y dolorosamente, el
cambio de branquias a nariz nunca cómodo, y sacudió ligeramente su cola con
indignación. Era un insulto para sí misma aceptar la muerte y dejarse ir pasivamente,
ella era mucho mejor que eso. Había sido mucho mejor que eso y en su orgullo
pensó que podría burlar a la magia y escapar de todo confín mortal. Un simple
trueque cambiando años de su vida por una belleza que no decayese para encantar
a su público. Nada que otras criaturas como ella hiciesen, pues una cara bonita
era la moneda de su comunidad.
Ah, para ser bella había que ver
estrellas.
Ahora tenía mucho más sentido para
Tesea, y a la vez no. Tal vez para ver estrellas había que ser bella, pero eso
tampoco porque los caminantes eran seres deformes y podían verlas diariamente.
Recordó a cada caminante que había encantado con su voz y se había comido, tan
horribles pero tan divinos para su paladar siempre vistiendo telas que quedaban
entre sus colmillos pero que servían para hacer todo tipo de adornos y
decoraciones para su cabello y su cola. Le encantaba hacerse trenzas con las
cadenas de oro que llevaban religiosamente colgado de sus cuellos.
Buenos tiempos los suyos, presentándose
en todo tipo de escenarios y alimentándose de las más exquisitas tripulaciones.
Suspiró. Los párpados le pesaban y mantener sus orbes abiertas por más tiempo
le resultó insufrible. No quería despedirse así de las estrellas ni de las
aguas, no podía. En su terquedad, no debía.
Con su último aliento, cantó.
Cantó mientras su piel se arrugaba,
mientras se le caía el pelo, mientras se le desprendían las escamas. Cantó
mientras perdía el color y perdía el aire. Cantó, cantó y cantó y con cada nota
su voz resonaba imposiblemente con más fuerza por lo alto y por lo bajo hasta
que simplemente dejó de ser y solamente quedó espuma en su lugar.
Para las estrellas, nunca hubo visión más hermosa.
Para las estrellas, nunca hubo visión más hermosa.
Declaro esto como mio (?), así que cojones. Lo declaro mío porque pensaste en mi y me gustó. Chao lsdkfbsdhjaf Te amo juju
ResponderBorrar