martes, 31 de mayo de 2016

Dos centavos de la vida y la educación

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Me encanta ver películas y series norteamericanas sobre la vida universitaria, son mucho más fantasiosas que cualquier cosa de la mano de Tolkien, Rowling o Martin.

Ni en el colegio ni en la universidad viví experiencia que se asemejasen a los dramas y festejos que sostenían esos elencos con religiosidad. Yo, que era y sigo siendo la gorda ñoña que ama los videojuegos y de vez en vez ve "comiquitas chinas", no sufrí ni bullying ni desmadres notables. Claro, estudié con gente que sí pero la escala de sus desventuras no le llegaba a los talones a lo que las pantallas nos ofrecían.

Y mis desastres eran generalmente de otra índole pero ésas son historias para otro día.

Mientras el guión de dichas producciones hacía llorar a los actores por tres rupturas, cuatro engaños y cinco vestidos que no van con esos zapatos en un "triángulo" amoroso de tres personas y media, mis compañeros y yo nos sacábamos canas verdes por unos quince años que pocos recuerdan, por graduaciones que se celebraban más por dejar de ver a esa gente que por sentir la gratificación de los logros conseguidos y luego, ya en la educación superior, por exámenes, prácticas y el trabajo final de grado.

Es decir, la tesis.

El horror.

Una parte de mí todavía llora por dentro cada vez que recuerda esos meses. No existe en el mundo la cantidad de pañuelos necesaria para consolar a mi pobre alma en desgracia, créditos a Úrsula.

Lo que más me llegó a molestar en un momento dado, fue que nos presentaban esas vidas tan vacías como una meta envidiable en la vida. El desequilibrio tanto social como mental y económico como algo con lo cual darle valor a lo que eres para ti y, en especial, para los otros. Vivir me enseñó que a nadie, absolutamente a nadie, le importa lo que hagas con tu vida privada mientras los dejes en paz mientras se aprenden los cinco apartados para la evaluación que tú también tienes o tuviste y para la cual no has estudiado o no estudiaste (y te arrepientes).

Sí, nos encanta (porque me incluyo con fuerza) un buen chisme pero a los cinco minutos de contarse se vuelve un chiste y luego, pasa a ser la broma que ya aburre contar. Incluso cuando las "grandes fiestas" ocurrían, lo que sucedía en ellas no marcaba las interacciones futuras en el noventa y nueve por ciento de los casos. Lo que haya pasado, simplemente pasó y la gente zumbaba de un lado al otro de la vida esperando a la siguiente botella en la cual ahogarse. La mayoría de las personas estaban en lo suyo como para fijarse en ti, dejando de lado al pobre conductor designado.

Créeme, si piensas que las cosas más interesantes solamente te pasan a ti es porque no te molestas en escuchar a los demás, mucho menos en preguntarles cómo están.

Éste es el momento perfecto, y con perfecto me refiero a que debí haberlo hecho al inicio, para indicar que en la ciudad donde vivo, bajo el ministerio nacional correspondiente, es posible titularse en tres años si se cumple el pénsum de la carrera en su totalidad en ciertas universidades. Pues, la mayoría de mis amigos y yo estábamos decididos a ello y lo logramos contra todo pronóstico a costa de paciencia, sanidad y nuestros sueños y esperanzas que ahora yacen bajo Fondo de Bikini.

Entonces no, madres sufriendo la supuesta crisis de la mediana edad, los años educacionales de sus hijos no son ni serán sus mejores años. Ni de cerca. Que ustedes estén tratando de vivir sus sueños a través de ellos y no lo quieran aceptar es otro asunto.

En realidad, es muy triste ver a la gente que no puede salir de la mentalidad colegial cuando le toca enfrentarse al mundo. Una tragedia. Otra tragedia es que el hecho de que yo necesitaba sacarme esto del pecho porque son horas muertas de la noche y necesitaba teclear algo no productivo.
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2 comentarios:

  1. Está claro que la vida universitaria no es como la pintan en películas y series norteamericanas. Yo, de hecho, me llevé una pequeña decepción al descubrir que la interacción social (al menos en mi universidad) no era mayor que en mi instituto. Pero bueno, la verdad es que estoy muy a gusto y ojalá nunca acabara esta época, porque lo siguiente ya es enfrentarse al mundo en el mercado laboral, y eso ya no hace tanta gracia jeje Un abrazo!

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    1. El mundo laboral es horrible no tanto por lo difícil sino por lo terriblemente frío que puede llegar a hacer. Trabajar como tal es más fácil de lo que puede parecer, pues uno estudió para eso (pero no para lidiar con, por ejemplo, un mal jefe).

      La universidad es esa mezcla extraña entre gente que no sale de la mentalidad de colegio/escuela/instituto y gente que quiere ahogarse en una piscina de café, jajajaja, pero nada del otro mundo. ¡Abrazos para ti también!

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