Cállate.
Cállate.
Que me desesperas.
Antes de comenzar propiamente la entrada, quiero mencionar que he llegado a ese momento de la vida donde se cita seriamente al Chavo del Ocho. Definitivamente estoy viviendo El Sueño de cualquier veinteañero mantenido.
Wuju.
Yendo al grano, no es más que un consejo. Acotarlo es importante, pues es el tema de hoy: consejos (indeseados, como éste).
Mantengámoslo corto: Si no te piden un consejo, no lo des.
Volvámoslo largo, porque no sigo mis consejos: Si no te piden un consejo, no lo des a menos que estés dispuesto a lidiar con la respuesta que obtengas.
Sigue siendo lo suficientemente claro y conciso como para que no haga falta mayor explicación. Nadie le ha dado derecho a nadie ni nadie ha vivido la vida de nadie como para andar haciendo mandados a diestra y siniestra en cuanto a cosas sobre las cuales realmente puede llegar a saber absolutamente nada.
Nadie es tremendo loquillo, ciertamente.
Hay gente que necesita consejos, sí, pero mientras esa gente no esté dispuesta a oírlos no son más que un cúmulo de oídos sordos donde uno va, con la mejor intención incluso, a gasta saliva y esfuerzo para que más temprano que tarde tal gentuza salga diciendo que debió haber escuchado antes.
Pero el hubiera tampoco existe y nosotros, como parte de la gente, tenemos que lidiar con eso además de con el resto de la gente lidiando a su vez con lo suyo.
Cada quien verá.
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