viernes, 1 de septiembre de 2017

Bioética, o de cómo no he cambiado mucho en dos años

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Mientras lidio con la que ahora es mi cotidianidad, les quiero dejar algo para que disfruten.

A continuación, el vacío existenciál y la duda sempiterna en la forma de un ensayo que escribí en el 2015 para el curso de Bioética por el cual sufrí mientras me titulaba como Psicólogo. Nuestro entonces profesor nos propuso tres preguntas, sobre las cuales debíamos desarrollar no más de dos páginas de contenido que no necesariamente debería ser expuesto de manera pública, pero yo soy una rbelde de corazón.

Es interesante ser Isabel en el 2017 y haberse encontrado de sorpresa con Isabel en el 2015, razón por la cual he dejado el ensayo sin cambio alguno.

Sin más preámbulo: Un ensayo que juro haber hecho a las tres de la mañana a base de azúcar e insomnio.

¿Es moral “mejorar” la naturaleza humana?
¿Tiene sentido la vida humana tal y como ha sido dada por la evolución?
¿Tenemos derecho a cambiar la génesis humana?

Preguntarse si “mejorar” la naturaleza humana es moral requiere, primeramente, aclarar aquello que se entiende como “mejorar”, y proseguir precisando en cuál dirección va a ir dicho mejoramiento hipotético, suponiendo que exista más de una trayectoria. Ello nos lleva al término “transhumanismo”, que se define de acuerdo a la Asociación Transhumanista Mundial (WTA por sus siglas en inglés) como el “movimiento intelectual y cultural que afirma la posibilidad y la deseabilidad de mejorar fundamentalmente la condición humana a través de la razón aplicada, especialmente desarrollando y haciendo disponibles tecnologías para eliminar el envejecimiento y mejorar en gran medida las capacidades intelectuales, físicas y psicológicas”. La Asociación ha tomado la eliminación del envejecimiento y la optimización de nuestras capacidades como definición de mejoramiento, incluso hace uso de la palabra directamente, y por lo tanto me veo segura en la posición para seguirlos, en función del presente ensayo.

Gracias a ello, cuestiono a la segunda incógnita antes de dar respuesta a la primera. ¿Realmente podemos atribuirle sentido a nuestra vida tal cual ha venido evolucionando? No se trata de encontrárselo, sino de nuestro derecho a dárselo cuando con el pasar del tiempo el objetivo común de la humanidad se está volviendo más y más hacer realidad los sueños y pesadillas de Asimov. ¿Cómo podemos buscarle sentido al resultado de la evolución si nuestros esfuerzos van destinados a “superarla”? Slöterdij, en su Teoría de la acción comunicativa y en oposición a la idea previa, expresa que la humanidad y su naturaleza no deben ser “tocadas” y, en cambio, se debe preservar tal cual existe, pero ello no es más que un obstáculo al momento de saber qué se debe hacer en la situación donde es ese “toque” a la vida, esa intervención, lo que implica la preservación tanto de uno como del otro, es decir, de la humanidad.

De acuerdo con el segundo principio de Beauchamp y Childress, el principio de beneficencia, se debe actuar con la mejor intención para el otro en mente, ¿y no es la preservación de una vida la mejor intención que se pueda llegar a tener? Aunado a ello, el séptimo artículo de la Declaración Bioética de Gijón enuncia que todos tenemos derecho a la mejor asistencia médica posible. Si el mantenimiento, preservación, resguardo, etcétera, de la vida implica la intervención de todo medio disponible, y algunos o todos sean medios tecnológicos, entonces el mejoramiento de la naturaleza humana, con el fin anteriormente mencionado, no es solamente moral, sino que además pasa a ser un deber; un deber moral. A dónde nos vaya a llevar dicho mejoramiento es tanto parte del mismo cuestionamiento como uno totalmente diferente.

Por supuesto, de nada vale traer a discusión la meta a la cual nos dirigimos sin antes hablar de dónde venimos. La génesis humana y su modificación. Habiendo concluido que la intervención en la naturaleza humana por y para su mejoramiento es moral, negarse al cambio de su génesis entraría en un cuadro tan absurdo que haría reír al irónico Sócrates. El Proyecto del Genoma Humano existe con ciertos objetivos estipulados, objetivos que coinciden con la postura que se ostenta en el presente ensayo, pues supone que la información recabada en el gen nos atribuirá la posibilidad de diagnosticar infinidad de enfermedades y malestares durante, e inclusive antes de, su estadía en el útero.

            Cabe destacar la cantidad de Decretos, Declaraciones y Declamaciones que fallan al prohibir la práctica de la modificación genética per se, pues se encargan de establecer límites y jerarquías, lo cual no es menos importante, y supone una plena aceptación de ésta; por ejemplo, la anteriormente mencionada Declaración Bioética de Gijón y la Declaración Universal de la UNESCO sobre el Genoma Humano y los Derechos Humanos, las cuales coinciden tanto al señalar al genoma humano como patrimonio de la humanidad como en indicar que, bajo ciertas indicaciones, el trabajo en él se realizará con fines diagnósticos, de investigación y para la procreación cuando las alternativas no sean aplicables. Dichas señalaciones lo relacionan con el punto inicial, el mejoramiento de nuestra naturaleza y si éste puede consumarse como deber moral, entonces el cambio en la génesis traducido como la intromisión al genoma humano, dentro de ciertas condiciones, es incluso más que un derecho.


            Queda a gusto del lector decidir si la vida humana tiene sentido alguno tal y como ha evolucionado por su cuenta, pues ya hemos mencionado que ha trabajado para darle su propio ritmo, ignorante del curso natural, o si nuestro trabajo no es más que la evolución puesta en acto mediante nuestras capacidades.
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