miércoles, 11 de diciembre de 2019

Los girasoles - Literup

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Un amigo, Leandro, me presentó la plataforma de Literup y me interesa participar en uno de sus retos de escritura con un microrrelato de quinientas palabras o menos que cumpliera con:
  • Suceder en la luna
  • Ser de género policial (enfocado en el investigador y no en el criminal)
  • Tener a un personaje con girasoles en las manos
No le he puesto título y no sé si lo necesite para el reto, pero les dejo el texto.

Las autopistas espaciales eran una invención relativamente reciente y eran una visión alienígena, sin chiste alguno, fuera de la capital lunar, con sus señalizaciones holográficas y rieles más que verdaderas carreteras. Una novedad todavía necesitada del peligroso ensayo y error que cobró no menos de una docena de vidas el ciclo estelar pasado, pero para el inspector Roca, del Ministerio de Accidentes Laborales y Seguros de Vida, había algo más.

Roca, robusto y de mejillas rojizas, era de esos hombres esperanzados que buscaban el “algo más” en todo lo que hacía, y su terquedad le había costado un cargo en la fuerza policial. El puesto de inspector se lo ganó siendo el no tan discreto conductor designado de un ministro borracho y el claro nepotismo le dejó un mal sabor en la boca muchos meses después, siendo uno de los principales impulsos para ahondar en el meollo de lo que Roca llamaba abiertamente asesinatos.



Su primera pista fueron las semillas de girasol en los bolsillos de todas y cada una de las víctimas, encontradas al volante de autos de prueba, tales florecían en una feísima planta imposible de cultivar en suelo lunar y era importada por la transplanetaria SPG, Servicios Postales Galácticos, sociedad anónima. La misma compañía que importaba las placas de baritina y plomo de las autopistas. Las semillas eran una exquisitez y causaban tanta o más adicción socialmente aceptable que el alcohol.

Armado con un Chispero L-32 oxidado y un permiso de portación vencido, había seguido la ‘ruta de seda’ trazada por las semillas hasta sospechosos evasivos de una división administrativa llena de gente con muchos números en la cabeza y poco cariño en el corazón. Había un perverso interés en el cese total de las obras proveniente del deseo de monopolizar las autopistas lunares a costa de la vida de quien hiciera falta sacrificar mientras se procesaba el papeleo. La discreción era clave, y Roca, animado por los descubrimientos, carecía de ella.

Lo encontraron a él antes de él a ellos hurgando entre cargamentos mohosos, superándolo en número y golpeándolo hasta dejar un manojo de moretones y huesos rotos en un depósito de cajas de girasoles rotas en el altercado. La gravedad artificial fue desactivada con la desconexión del depósito y el puerto base, y su cuerpo flotó entre gotas de sangre y pétalos amarillos colisionando con él a ratos. No fue encontrado y el cargamento se declaró perdido en la vía. Enviaron a un inspector más, declarando el caso como un lamentable incidente y firmando el papeleo adecuado para el cobro de seguros. El hombre se retiró con un grueso ramo de girasoles entre las manos y una sonrisa de oreja a oreja.

De Roca no se dijo ni una palabra más, su vida siendo olvidada a cambio de cantidades de dinero que harían cuestionar el valor de la humanidad.
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