viernes, 9 de junio de 2017

Contando cuentos a medias

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Considero que la mejor manera de empezar la presente entrada con absolutamente nada de drama es diciendo que pasé tres días en el hospital.

No estaría mintiendo si lo hiciera. Y lo estoy haciendo.

No, no, yo no era la paciente. Dichos días los pasé acompañando a tres personas diferentes, una por día, porque debido a mi falta de empleo fijo actual, yo era la única con el tiempo y la disposición para enfrentarme a las largas esperas a las que uno es sujeto en la guardia del Hospital Pirovano.

El infierno es un lugar en la tierra.
Por suerte, todos acá en casa nos encontramos bien y el único daño que ha quedado ha sido la marca de mi bota contra la puerta de los consultorios de la guardia. Pero ésa tendrá que ser una historia para otro día. O ningún día. Depende de lo que mejor me convenga mientras trato de obtener residencia en un país ajeno.

El chiste se cuenta solito cuando mi aventura acabó conmigo en la posición de darle atención médida primaria a los enfermos sufriendo en la sala de espera. Y pateando una puerta luego de forcejearla contra dos oficiales. Solamente estoy segura de que he de evitar enfermarme por un largo tiempo o, al menos, ir a otra guardia pública que no sea el Pirovano.

No todo es malo y estoy acostumbrada a lidiar con la atención médica deficiente de mi tiempo en Venezuela, así que qué rayos.
Aunque admito que no se me escapa la ironía en cuanto a cómo formo disturbios a partir de mi salida de Venezuela y no desde antes. A pesar de que esto último sea discutible, dependiendo a quién le pregunten qué.

Ahora, hablando de mejores cosas, conocí el Ateneo y varias de sus sucursales. El Ateneo es una cadena de librerías preciosas y su mayor establecimiento tiene tres pisos y un sótano, en el cual encontré más libros de Brandon Sanderson juntos en una estantería que en toda mi vida.

Fue un momento hermoso.

Espero ponerme al día con Sanderson en un futuro, el cual me consta que será lejano, y mientras tanto leo El Aprendiz de Asesino de Robin Hobb y veo Sense 8, cuya cancelación rompió mi corazón en mil pedazos.

Como notas finales, les recomiendo no comprar milanesas a la napolitana en los mercados COTO. Aunque sí repetiría sus emparedados de jamón y queso.
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