El 2016 ha sido un desastre tanto en gran como en pequeña escala. Pero Fidel Castro murió y vengo a expresar mi desvergonzada felicidad.
Soy una mala persona, una horrible persona. Qué dolor.
De todas formas, si esa noticia no es suficiente, les traigo a manera de recomendación una película que casi me hace llorar de lo hermosa que es. No hermosa en el sentido de ay, estos personajes o ay, esta historia. No. La película es hermosa, es preciosa y es dolorosa porque al imaginarme el trabajo monumental que debió llevar me tiembla el corazón.
Esa película de la cual les hablo es la muestra de que el amor al arte existe.
Kubo and the Two Strings (Kubo y las dos cuerdas mágicas o Kubo y la búsqueda del samurai, dependiendo de en dónde vivas) es amor.
También es una producción del estudio Laika, quien previamente nos trajo Coraline y ParaNormal (ambas cien por ciento recomendadas). Es animada y a sus personajes les dieron sus voces actores de alto calibre como Matthew McConaughey y Charlize Theron. Como es usual para el estudio, la película fue hecha en animación stop motion. Tal fue su grado de dedicación, que cualquier ojo despistado podría jurar que fue animada completamente en digital, con modelos 3D en una computadora en el sótano de alguna madre decepcionada sosteniendo una carta de rechazo a los estudios Disney.
Pero no, es stop motion y se nota tanto como a la vez no. Un gran logro que merece mucho más aprecio del que obtuvo, pues apenas pudo recaudar poco más de su presupuesto luego de su estreno en agosto del 2016.
Quisiera hablar de la trama pero cualquier cosa que cuente podría ser demasiado y arruinar tu experiencia, así que me limitaré a decir que acompañaremos a Kubo (Ark Parkinson) en una aventura por diferentes escenarios en la búsqueda de tres piezas de una armadura que le ayudarán a derrotar a un espíritu maligno. Suena lo suficientemente típico y, en lo que refiere a los aspectos más superficiales, Kubo no va a freírte el cerebro con algún giro espectacular (ése es el trabajo de sus visuales y su banda sonora). Me atrevo a decir que a media película ya sabrás como terminará.
Y a la vez no, porque Kubo es una historia sobre amor, sorpresas y, por encima de todo, una historia sobre historias.
Todo ello, envuelto en un épico paquete de ambientes orientales, sentimientos encontrados, madres enfermas y las dos cuerdas de un shamisen que hace origami con música. Papiroflexia musical, quién lo habría imaginado (Laika, por supuesto).
Si los primeros cinco minutos no quedas embelesado con el movimiento de los granos de arena o de las hebras de cabello, es que necesitas lentes o alma nuevos. Ello no significa que no puedas entretenerte con la trama o con sus singulares personajes (como la seria Mona guardiana o el muy simpático Escarabajo), para nada, pues ésta es una producción con mucho que ofrecer si miras bien y no parpadeas.
Y si debes parpadear, hazlo ahora.
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