domingo, 24 de abril de 2016

Oscurantismo en revolución del siglo 21

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De verdad quería hacer una entrada alusiva al Día del Escritor pero...

  1. No soy escritora.
  2. La situación del país me desanimó un mundo y agarrar el teclado me fue imposible.

Siendo sincera, la situación va a peor pero soy terca. Y este espacio me es útil para desahogarme como tal vez no pueda hacerlo en otro lado, simplemente me niego a soltarlo. 

Como creo haber dicho en ocasiones anteriores, carezco de algún tipo de lazo o amor hacia el país que me vio crecer y ahora me ve sufrir. Me identifico con otras cosas, no con un trozo de tierra delimitado ni con una religión. Ello no evita que sufra igual o más que otros porque de la misma manera me duele mi gente, mi familia, mis amigos y las generaciones que están por venir y aquello con lo que van a encontrarse deja demasiado que desear. Y más que doler, me ofende.

El poder actual nos ha quitado tantas cosas que hasta aspirar a algo mejor es complicado. Es indignante cómo nos dan por sentado allá en la capital pero lo es incluso más que todos sus chistes y morisquetas funcionen. Cuando dijeron pan y circo para mantener un pueblo, el oficialismo lo tomó como un desafío pues poco a poco nos quita el pan y ahora va a privarnos de nuestro circo: la inseguridad no permite salir a las calles a hacer cualquier cosa (porque ni tú ni yo necesitamos una razón para salir de nuestras casas, así sea a la esquina) y la falta de electricidad nos quita básicamente todo.

Porque no son las redes sociales, no es el internet, no es el cable. Es el trabajo, es la labor, es la vida. Vivimos en una sociedad virtualizada, sí, pero esa virtualidad es real porque somos en verdad una sociedad electrificada. Siempre podemos ir al patio, sacar la mesa y jugar dominó (sin cerveza, porque eso también se va) pero ¿qué hospital atiende sin luz a sus paciente tal vez conectados a una máquina? ¿Qué supermercado conserva sus alimentos?

Apagados, ninguno.

¿Cuál creo que fue el problema? La falta de educación, claro.

El venezolano es bochinchero y tiende a sonreír en la cara de la desgracia, qué bien, qué chévere, pero también es alguien que envidia en lugar de aspirar. Quiere algo mejor para sí no porque tenga la motivación de superarse y crecer, no, no, no, lo quiere porque alguien más lo tiene y ¿cómo se atreve alguien a tener algo mejor que uno? El venezolano no crece educado, crece adoctrinado en un cúmulo de ideas arbitrarias modeladas a conveniencia de quien quiera llenarse más los bolsillos en la silla más alta de la nación.

No, tampoco es el venezolano el único en sufrir eso. En realidad es una postura común en la humanidad si nos ponemos con esas y aquellas. Entonces, ¿cuál es mi punto? ¿Por qué es problema exclusivamente de Venezuela?

Dicho en otras palabras si las anteriores fallaron, Venezuela resulta ser un país gobernado por gente que siembra esa actitud, que la celebra y la utiliza para hacer lo que nos está haciendo.

Es en este punto donde me pongo la diana en el pecho para facilitarles el trabajo de lanzarme tomates y piedras, porque yo soy la primera en decir que se quiere ir sin mirar atrás y dejarle el desastre a los demás. No me he ido porque no he podido (¡vaya que he querido!) y si alguien se va, que me lleve. Irme para mejorar yo sola y no quedarme a mejorar con todos. Tal actitud es una de las cosas más dañinas para el país, junto con la ignorancia. En especial la ignorancia, porque además de ser el punto con el que llevo molestando por largo rato al lector, nos lleva a conocer que el problema no es que Nicolás Maduro sea tal singular como es, sino que haya gente que sí le aplauda desde el corazón siendo él como es.

Aunque usted no lo crea.

Y esto sin hablar de la corrupción que ocurre a puertas abiertas porque ni se molestan en ocultarlo. Ni siquiera me molestaré en escribir sobre eso en este momento.
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1 comentario:

  1. Tienes toda la razón, no puedo entender que exista gente que aplauda el gobierno de Nicolás Maduro... Pero tarde o temprano todo eso acabará, esperemos.

    Un beso!

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